jueves, 7 de octubre de 2010

Cristal de Ménière


"-Cuando era pequeño, una vez me caí y perdí el cristal de las gafas –comenzó a relatar el hombre, sin razón aparente-. Cayó en un charco y, aunque estuve buscándolo, no pude encontrarlo. Porque no tenía gafas, no veía nada, claro.

Lola rió para sus adentros. Más Torpe impenitente.

-Esa misma noche, heló por primera vez aquel invierno –continuó-. Y el charco del patio se congeló. Un día de calor, a primeros de marzo, me acerqué hasta la capa de hielo, que había empezado a derretirse. Y allí estaba, por supuesto, el cristal de mis gafas. Intacto.

-Bonita historia –murmuró Lola, tratando de hacerse oír por encima de las gaviotas.
-Lo sé.
-Tal vez termine quedándome todo el invierno. No importa cuántos cánticos escuche.
-Ya veo…
-Es que creo que a mi mar interior le gustan estas mareas."

Pilar Vera (Cámara oscura)

miércoles, 11 de agosto de 2010

Thelonious Monk


"Yo supongo que se puede ser sencillo y sincero, sin afectación y sin chabacanería, un poco gris, para que se destaquen los matices tenues; que se puede emplear un ritmo que vaya en consonancia con la vida actual, ligera y varia, y sin aspiración de solemnidad"

Pío Baroja, en el Boletín de la Academia de Historia (t. CLXX)

martes, 13 de julio de 2010

Ni la química, ni la tristeza, ni el agotamiento


"Ya no me acuerdo y me muero de rabia de no acordarme. Estoy en un avión rumbo a la otra punta del mundo, tengo que dormir, tengo que dormir. Me he tomado unas pastillas para eso. No tengo más remedio, si no me va a dar algo. No he pegado ojo desde hace tanto tiempo… y me…

Me va a dar algo.

Pero no hay manera. Ni la química, ni la tristeza, ni el agotamiento. A más de treinta mil pies, tan alto en el vacío, todavía pugno como un idiota, removiendo recuerdos mal apagados. Y cuanto más soplo más me pican los ojos, y cuanto menos veo, más bajo me arrodillo todavía."

Anna Gavalda (El Consuelo)

martes, 22 de junio de 2010

Zelda Zonk


"Cassie conocía el nombre secreto de Marilyn, la persona que Marylin soñaba ser. No la rubia que hablaba como una niña y bamboleaba las caderas. Monroe soñaba con ser respetada, una intelectual como Arthur Miller, una actriz respetada y seguidora del método Stanislavski. Un ser humano con dignidad. Esa era la persona en quien Montroe se convertía cuando viajaba sin maquillaje, sin la ropa de diseñadores que le prestaban los estudios de cine, con su famoso pelo recogido debajo de un pañuelo, escondida detrás de unas gafas de leer con montura de concha. Esa actriz poco llamativa, inteligente y culta que se hacía llamar Zelda Zonk. Cuando reservaba billetes de avión o se registraba en hoteles. Zelda Zonk. La que leía libros. La que coleccionaba arte. La persona que Marilyn Monroe, la diosa rubia del sexo, soñaba con ser."

Chuck Palahniuk (Snuff)

sábado, 12 de junio de 2010

Detrás de los días vienen las noches


"El niño no tiene cara de persona, tiene cara de animal doméstico, de sucia bestia, de pervertida bestia de corral. Son muy pocos sus años para que el dolor haya marcado aún el navajazo del cinismo -o de la resignación- en su cara, y su cara tiene una bella e ingenua expresión estúpida, una expresión de no entender nada de lo que pasa. Todo lo que pasa es un milagro para el gitanito, que nació de milagro, que come de milagro, que vive de milagro y que tiene fuerzas para cantar de puro milagro.

Detrás de los días vienen las noches, detrás de las noches vienen los días. El año tiene cuatro estaciones: primavera, verano, otoño, invierno. Hay verdades que se sienten dentro del cuerpo, como el hambre o las ganas de orinar."

Camilo José Cela (La Colmena)

viernes, 28 de mayo de 2010

miércoles, 31 de marzo de 2010

La espiral del sueño


"Aurora recordó al animal que alcanzó a distinguir, huyendo en estampida, mientras se abría paso a través del bosque. Asintió, con la mirada perdida, y levantó la espada medio oxidada que portaba a la espalda. Ante semejante gesto -al fin y al cabo, Aurora era dama de absurdos ropajes, cabellera de enjambre, gesto ausente y pronto acero- el caballero dejó escapar un alarido.

Un fuerte olor a quemado llenó el aire y la raíz pulposa, sesgada en dos, retrocedió de nuevo a lo oscuro.

Aurora suspiró, tratando de dominar la ira.

-No vuelvas... -silbó entre dientes-. No vuelvas a tocar mis peonias."